sábado, 5 de septiembre de 2009

El perfil del estudiante de humanidades


¿Cómo reconocer a un educando de la facultad de humanidades / sociales?

Simple. Simplísimo.

Con un primer paneo visual podrá Ud. notar la abundancia de estas figurillas repetidas, que se aglomeran en los pasillos académicos cual comprador compulsivo en canasto de saldos.

Difícilmente los vea haciendo algo productivo, tenga esto en cuenta.

Si detiene su mirada en el piso, podrá notar como se amasijan de a muchos arriba de un gran papel afiche, poniendo en practica toda su habilidad motriz y dejando la vida en la producción de su propaganda política…¿política? Nota: no reparar en la ortografía del mensaje.

O mejor, si mantiene su mirada en el horizonte, podrá ver varios subgrupos distribuidos aquí y acullá, compenetrados todos en la ardua tarea de cebar mate y filosofar. ¿Los temas? Si presta atención y no tiene problemas auditivos, podrá escuchar cosas interesantísimas, tales como “la organización social de las hormigas”, “la revuelta de la comunidad telettubie” y la desigual distribución de polen en la civilización picaflor.

Claro que lo mejor se haya supeditado a que opte por elevar su campo visual a tan solo unos 45º grados. Tranquilo, no se haga ilusiones. Aquel que cuelga de una soga y hace equilibrio sobre un andamio no es ninguno de sus superhéroes favoritos. Uno de los sacrificios mas osados del eterno aprendiz implica arriesgar la vida por LA CAUSA. Quien mas carteles cuelgue a mayor altura, será el mejor posicionado para ganar las elecciones.

Es condición sine qua non para formar parte de esta etnia rescatar atuendos de la década del ´70, mezclados con algún artilugio moderno y, fundamental, algún accesorio de nuestro querido norte. No importan los 40º de calor, el pulóver de llama siempre debe estar. Nota: no reparar en el aseo de las prendas.

En último lugar, y no por esto menos importante, cabe destacar algunas peculiaridades de estos simpáticos personajes:

Ellos: por lo general responden al arquetipo de facundo Quiroga, el tigre de los llanos, o si se prefiere, al de un Che Guevara venido a menos. De melena rala y renegrida, y con una tupida barba desprolija cubriéndole el rostro.

Ellas: pelilargas, sin depilar. Amantes todas de la danza contemporánea y el arte liberal.

No menos por su vista cansada que por su afán de seguir un patrón, todo estudiante de humanidades/sociales que se jacte como tal, debe portar en su rostro un par de anteojos con marco negro, grueso y cuadrado. No importa que tan agudizado tenga el sentido de la vista.

Siempre con un tinte melancólico, deambula por los pasillos dejando surcos con tanto ir y venir, interrumpiendo las clases con discursos en los cuales un oyente un poco exquisito no puede sacar más en limpio que la palabra “compañero”, carente de la “S” final, por supuesto.

Y así por días, meses, años, hasta que, finalmente, se les corta la subvención familiar, por lo que, les es menester afeitarse, asearse, aggiornar su vestimenta, incorporar las “S” olvidadas a propósito e insertarse en el sistema, para salir a ganarse el pan.